Camino de Santiago, etapa octava: de Nájera a Santo Domingo de la Calzada


Sin desayunar, tomas la salida en dirección a Azofra. El camino se desvía del del recorrido que sigue la carretera nacional, pero esta vez es más directo. Cuando llegas, apenas ha amanecido. Ves un bar recién abierto, aprovechas para comer algo.

Al salir,atraviesas una zona residencial del pequeño pueblo. Es martes, y las personas que no tienen que trabajar duermen plácidamente en sus casas. Por un momento envidias la suerte de estar en una cómoda cama. Uno de los pequeños jardines delanteros llama tu atención: los setos han sido podados de forma curiosa.

Fotografía del jardín de una casa con setos podados
Setos podados, Azofra


Consultado la guía, ves que hay dos opciones: una más directa que sigue la carretera nacional, y no atraviesa ningún otro poblado hasta Santo Domingo, y una ruta que se desvía -bastante- hasta Cirueña. No dudas: eliges la ruta más corta. Tienes que andar todavía unos dos kilómetros, hasta el cruce de la carretera, donde se desvían las rutas.

Fotografía del camino entre campos segados
Campos riojanos, cerca de Cirueña


Sin embargo, al llegar, elegir el camino se hace más dificil de lo que parecía. Todos los indicadores apuntaban hacia la ruta de Cirueña, y en ningún punto has visto cómo desviarte. Por eso, en un momento dado, giras bruscamente tu rumbo hasta el norte, con la intención de encontrar la carretera.

Fotografía de unas piedras señalando el camino correcto
Piedras señalando el sendero correcto

Cuando por fin llegas a la carretera, apenas quedan unos cuantos kilómetros hasta Santo Domingo. Ya ves el perfil urbano.

Tienes dos albergues donde elegir. uno municipal y otro regentado por religiosas; eliges este último, pero acabas entrando en el primero que encuentras, que casualmente resulta ser el que buscabas. Las monjas son de clausura, así que te atienden y te dan las indicaciones y horarios a través de la reja.

Una molestia en la pierna derecha se ha ido acrecentando con los días. Como has llegado temprano, preguntas por el centro de salud; tienes tiempo, cierra a las 3 y todavía es la 1 y media.

Tras guardar turno en la sala de espera, una joven médico te atiende. Examina y concluye que tienes una tendinitis. ¿Solución? Reposo y masajes. No puedes permitirte lo primero y te desagrada lo segundo; también te receta unos inflamatorios que compras en una céntrica farmacia.

La población está bastante alborotada. Celebran algún tipo de fiestas patronales, y tienen un muñeco colgado de la iglesia, en cuya pared lateral ves varias placas conmemorativas que han colocado colegios oficiales de ingenieros civiles de toda España rindiendo culto a su patrón: Santo Domingo.

Fotografía del pórtico de la iglesia
Pórtico de la iglesia, Santo Domingo de la Calzada

La torre que ves actualmente fue levantada por tercera vez. Las dos primeras cayeron al suelo a causa del curso de unas aguas subterráneas que pasaban exactamente por su anterior ubicación. Para construir esta nueva y definitiva torre, la separaron del conjunto de la iglesia unos metros, de forma que no está anexa a ella, y cimentaron la base con cuernos de vaca, entre otros elementos.

Contrapicado torre de la iglesia de Santo Domingo de la Calzada
Torre de la iglesia, Santo Domingo de la Calzada

Meriendas una napolitana de chocolate recién hecha. Lo rerecién hecha es un decir; en realidad, está recién horneada (quema), pues la masa con la forma, a juzgar por otras que esperan su turno en la tienda, parece sacada de un molde industrial. Te la comes sentado en una plaza, viendo pasar la gente. Una señora se acerca y entabla conversación contigo. Te pide que, al llegar a Santiago, pidas al Apóstol por su hijo: Te tomas la petición en serio y la añades a la pequeña libreta que llevas contigo, para no olvidar a nadie. Está tu abuela, tu abuelo, tu tío, el párroco de tu pueblo al darte la credencial, el hospedero de roncesvalles... todos cuantos te han pedido que lleves su intención hasta Santiago, por somera o cumplida que fuese la petición.

La misa de la tarde está absolutamente concurrida por ser las fiestas patronales. Ha ganado fama entre los peregrinos porque, al finalizar la misma, se cuenta la leyenda del gallo (o gallina), y el por qué de los gallos vivos (enjaulados) que hay en la iglesia. Es el propio oficiante de la misa quien, en las admoniciones, se ofrece a explicar la historia a los presentes a la salida de los Oficios.

Cuando sólo te ve a ti esperando para escuchar la leyenda -que, por otra parte, ya conoces, pero te parece mal dejar solo a quien tan gentilmente se ofrece- se excusa, diciendo que para uno solo no vale la pena. Tiene el descaro de terminar con un —«¿No te parece?» Pero tu no le respondes, te limitas a mirarle inexpresivo dejando que sea él quien de por terminada la conversación largándose sin más explicaciones.

SANTO DOMINGO DE LA CALZADA
DONDE CANTO LA GALLINA DESPUÉS DE ASADA
Se cuenta que a Santo Domingo de la Calzada llegó un matrimonio con su hijo, de nombre Hugonell, que según unas crónicas tendría 18 años, y según otras crónicas tendría 16. El caso, para no ser puntillosos, pues en la época tanto daba, una mesonera se prendió de él, sin ser correspondida por el joven.
A tanto llegó el despecho de la moza que deslizó un cubierto de plata entre sus pertenencias, para descubrirlo y denunciarlo como robo ante las autoridades. Extranjero y acusado por robo, encontrado asimismo culpable -las garantías procesales no debían ser muy exhaustivas-, Hugonell fué ahorcado.
A la mañana siguiente, cuando sus padres pasaron junto al patíbulo en dirección a Santiago, oyeron la voz de su hijo, diciendo que Santo Domingo le había conservado la vida.
Informado el Comendador del prodigio, escéptico, afirmó a los padres que su hijo estaba tan muerto como el gallo del plato que tenía delante, del que pensaba dar buena cuenta si no fuese porque revivió y empezó a cantar.

De ahí que actualmente puedan verse dentro de la iglesia un gallo y una gallina. A la salida, la plaza está mucho más abarrotada. Uno de los laterales de la plaza lo ocupa el antiguo hospital de peregrinos, hoy convertido en Parador Nacional. Tienes que abrirte paso entre la gente para llegar a tu albergue, mucho más humilde que el antiguo hospital

Festejos y parador de Santo Domingo de la Calzada al fondo
Festejos frente al parador de turismo, Santo Domingo de la Calzada

Dentro del albergue, mientras esperáis para que os sirvan la cena, entablas conversación con una pareja de médicos gallegos. Resultan ser de un pueblo de Lugo cercano a Maire de Castroponce. Habláis de la España profunda y, en un momento dado, la mujer pretende corregirte diciendo «—La Galicia profunda». Te da pena la forma en que pretenden confundir(te) la parte con el todo, pero salvo en pequeños momentos de fanatismo, son personas agradables. Al menos ella; él es más reservado y no habla tanto.

El camino empieza a pasar factura, de ahí la posible tendinitis en forma de dolor persistente; más persistente hoy en reposo que cuando caminas, pero esto irá por días. Intentas acostarte temprano, pero la molestia hará que tardes en dormirte. Consultas la guía y ves una buena noticia: la etapa de mañana es casi plana de apenas 22 kilómetros.

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