Camino de Santiago, etapa décima: de Belorado a Olmos de Atapuerca


Partes temprano y con menos molestias. Consultas una y otra vez la hoja de perfil de ruta en la que destacan los montes de Oca. Sin embargo, será solo la mitad de la jornada. La primera mitad, hasta Villafranca Montes de Oca, transcurre llana y sin incidentes junto a la carretera, pasando desde Tosantos a Espinosa del Camino sin detenerte en Villambistia.

Villafranca se te anotoa un pueblo próspero. Hace rato que ha amanecido, pero unas nubes que amenazan lluvia le dan un aspecto oscuro. Antes de salir del pueblo, donde irremisiblemente empezará la ascensión a los montes, paras a descansar. Algunos peregrinos que se alojan en el albergue de la localidad van emprendiendo la marcha.

Empiezas la ascensión por las calles de la localidad, muy empinadas, atravesando zonas residenciales. «No durará mucho, seguro que enseguida llega lo duro», piensas. Pero lo único que llega es una amplia pista arbolada en suave pendiente. Arbolada, pues atraviesa los espesos pinares que pueblan la sierra.

Son doce kilómetros hasta San Juan de Ortega, sin ninguna localidad intermedia. No has visto ningún cajero en Villanueva, pero San Juan de Ortega debe la fama primero por el "milagro" de la luz equinocial y segundo, porque el párroco que cuida el albergue hace sopas de ajo para todos los peregrinos. Así pues, entre las sopas de ajo y lo que llevas en la mochila, amén del dinero que justo te llega para pagar el alojamiento, has salvado el día hasta que llegues a Burgos mañana.

Estas cuentas te haces cuando terminas la subida y se abre ante ti un paisaje idílico de montañas, valles, robledos, pinos y, a lo lejos, campos de cultivo. Una fuente te permite beber agua y reposar, aunque un poco más adelante, harás otra parada, al borde del camino, entre los pinos pues el dolor de la pierna se acentúa por momentos. Curiosamente, te duele más en los descensos que en los ascensos.

En San Juan de Ortega, ni que decir tiene, no ves ningún cajero. Ni siquiera casas. San Juan de Ortega es una iglesia y un albergue. Frente al albergue, algunos peregrinos que ya han llegado. Entre ellos, un francés de unos 60 años se pasea alegremente en calzoncillos por el exterior del albergue mientras tiende la ropa.

Toma exterior al ábside de San Juan de Ortega
Ábisde del templo de San Juan de Ortega

El "milagro" de la luz equinocial no es tal, pues se produce con cada equinocio de primavera, cuando el último rayo de sol entra por la ventana e ilumina el rostro de la virgen María en el único capitel historiado del templo; en el cual, además, la Virgen mira de cara al rayo de sol, y no al angel, como en otras representaciones.

Al entrar al albergue, una señora mayor te confirma que hay alojamiento, pero «Las sopas de ajo se terminaron la semana pasada» escuchas, ojiplático. «Sólo las hacemos cuando hay muchos peregrinos»

Decepcionado, observas que la afición de la buena señora por la masificación humana no termina en la comida; muy al contrario, está colocando las estrechas colchonetas en el suelo sin solución de continuidad; es decir, una junto a otra sin centímetros de separación entre una y otra. Cuado te interpela para que ocupes una de las colchonetas, asqueado por la imagen de dormir a escasos milímetros de un sexagenario gabacho en calzoncillos y una sudorosa walkiria, te excusas diciendo que prefieres continuar hasta Ages

Pero en Ages no encuentras albergue, así que, agotado, tienes que continuar hasta Atapuerca. Por el camino, algunos carteles dan cuenta de la cercanía de las excavaciones arqueológicas. Pero a ti, en este preciso momento, aunque las tuvieses delante, te darían igual. Sólo quieres encontrar albergue o un cajero y un bar donde comer. En Atapuerca encuentras albergue, pero está lleno. Sin embargo, apartándote del camino, te indican que hay un pueblo con albergue que suele tener plazas: Olmos de atapuerca

Panorámica hasta Olmos de Atapuertca
Puente, campos y Olmos de Atapuerca al fondo

Te sientas a descansar en la terraza de una especie de área de descanso. Muchos visitantes y turistas paran también a tomar algo o descansar. Unos niños que estaban jutando se sientan a tu lado con la evidente intención de entablar conversación. No te apetece, estás asqueado y enfurruñado, pero la conversación es más provechosa de lo que esperabas. Uno de ellos es de Burgos y te cuenta cómo han ido restaurando la catedral y su entorno en los últimos años. También te informa, y esto lo agradecerás más tarde, de que los peregrinos pueden entrar gratis

Fotografía a un cartel a pie de carretera sobre el yacimiento de Atapuerca
Cartel yacimiento de Atapuerca

Cuando llegas a Olmos, estás literalmente reventado. Si no encuentras alojamiento, buscarás una fuente y un claro en el campo donde pasar la noche. Es un pueblo tranquilo y te cuesta dar con alguien que te indique cómo llegar al albergue: Tienes suerte, la hija del alcalde se encarga del albergue y un anciano con bastón se une a escuchar la conversación

Apenas pasan peregrinos; de hecho, hoy eres el primero a pesar de estar la tarde muy avanzada. Cuando le explicas que no te queda dinero pero que si te hacen el favor les enviarás mañana el dinero desde Burgos hace una mueca, frunce el ceño y dice que tiene que consultarlo con su padre, que esperes un momento

—Si no tienes dinero...— te dice el anciano, a solas y sin venir a cuento mientras esperas— lo mejor es que te vayas hasta Burgos— termina por sentenciar

Burgos está a 16 kms y hoy ya llevas andados más de 32; en tu estado no llegarías hasta pasada la medianoche, si es que llegas. «Si no hay alojamiento» piensas para tus adentros, ignorando al siniestro personaje «dormiré en un prado las afueras». Aunque te sienta mal el comentario, tal vez te alivie saber que ya estará muerto. Ha pasado mucho tiempo desde entonces; es decir... ahora... ¡no te lies!

Buenas nocicias. El alcalde no ha puesto ninguna pega y podrás enviar el dinero cuando puedas. La alegría es doble, pues estás tu solo en el albergue: un auténtico lujo. Lo malo es que no tienes nada que echarte a la boca, y aunque te tienta la idea de coger alguna hortaliza o fruta de los campos cercanos, prefieres evitar el delito e irte a dormir temprano.

Antes te duchas con calma, y revisas el plan de mañana. Como "sólo" te quedan 16 kms hasta Burgos, puedes permitirte el lujo de dormir una media hora más.

Estás ya acostado cuando entra un grupo de peregrinos, al parecer van en bici y piensan quedarse. Te sabe a cuerno quemado, pero por alguna extraña razón que no logras entender, tarde como es, deciden a última hora irse hasta Burgos, dejándote como amo y señor del albergue.

Te acuestas temprano inutilmente, pues aún tardarás en conciliar el sueño: frente al albergue está la plaza, donde unas señoras mayores -en especial una de ellas, que parece oligofrénica sin serlo- de empeña en hablar a gritos de forma infantil con unos niños que juegan en la plaza. Cuando la caterva se retira a su casa, para cenar o ver la televisión puedes por fin dormir.

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