Camino de Santiago, etapa duodécima: de Burgos a Rabé de las Calzadas


Cuando suena el despertador, la luz ilumina toda la estancia. Son las 8 y media cuando te despiertas; un lujo en el camino tan grande como la cama de hotel donde aún dormitas. Dejas la mochila preparada y sales a desayunar con parsimonia. De reojo echas un último vistazo a la amable recepcionista del hotel: será la última vez que la veas y desearías mantener su imagen en la retina.

Formalizas los últimos detalles de tu estancia y sales a la calle. En la parada del autobús, preguntas a un grupo de burgaleses qué línea debes coger para llegar al albergue. En ese punto dejaste el camino y a ese punto vuelves, no importa que sea en autobús o andando.

No tarda en llegar el autobús que esperas; apresurado, coges tus bártulos y subes. «—Al albergue, ¿cuánto es?» balbuceas mientras rebuscas en tu monedero, intentando cuadrar el importe exacto. Antes de que lo encuentres, una chica de la parada se sube al autobús, pone el dinero en la repisa que utiliza el chófer para cobrar los billetes, y se baja. Sorprendido, apenas tienes tiempo de girarte y expresar tu agradecimiento mientras se cierran las puertas.

Ocupas un asiento al fondo, y ves pasar la ciudad. Vuelve a soprenderte el entorno del Monasterio de Las Huelgas, que no has visitado por falta de tiempo... y de ganas para caminar. Al poco, uni niño de unos 12 años que estaba contigo en la parada y ha escuchado cómo preguntabas por la ruta al albergue, cargado con libros y una carpeta -es verano así que debe ir a repaso- se levanta y se dirige a ti para decirte que la siguiente parada es la tuya. ¡Y tu pensando que tu aspecto desaliñado, sin afeitar, con las ropa ajada por el camino imponía cierto miedo a tu alrededor!

Cuando llegas, sigues por el camino sin pasar por el albergue. Un cartel junto a la tapia será el punto donde te despidas de la ciudad, todo un hito reparador en tu camino. Son más de las 10 de la mañana y no encuentras a nadie por el camino: estás más cerca de la hora en que los madrugadores llegan a su destino que la hora en que los perezosos emprenden el camino.

Fotografía al mojón de la OJE en la salida de Burgos
Mojón conmemorativo campanarios de la OJE a la salida Burgos

La guía que llevas contigo prevee una etapa de casi 40 kms hasta Castrojez, etapa que en condiciones normales se te antojaría exagerada. No digamos hoy, que has aprovechado para dormir y recuperarte un poco más esperando hacer una etapa corta de apenas 10 kms. Lo único que te preocupa es que te den alojamiento con tan poca distancia recorrida, pero si encuentras un albergue con plazas libres, no debería ser un problema.

Llevas algo más de una hora caminando cuando te topas con el cartel de Villalbilla de Burgos. El camino pasa de largo, pero tu te acercas con la intención de tomar una fotografía. Un buen amigo de la infancia lleva años veraneando en Villalbilla y contándote historias, así que pretendes enseñarle la instantánea como prueba de que también has estado allí.

Panorámica de la entrada a Villalbilla de Burgos
Al fondo, Villalbilla de Burgos

Entre Villalbilla y Tardajos, descansando en la sombra de un puente bajo la autovía, te encuentras con el primer peregrino del trayecto. Es un hombre en la cuarentena que hace el camino solo. No viene de burgos, como tu, sino de San Juan de Ortega, así que lleva ya una buena caminata. Hacéis el camino juntos hasta Tardajos.

El albergue de Tardajos está lleno, pero le hacen un hueco por venir de tan lejos, cosa lógica. en ocasiones, hacen hueco a los peregrinos que llegan a pie echando a un peregrino que haya llegado en bicicleta, pues hay un orden de prioridad en los albergues del camino. No crees que sea del todo justo para los ciclistas, pues algunos llegan a hacer etapas de 200 kms, lo que te parece una heroicidad. Sólo en las bajadas, cuando en el tiempo que tu lentamente recorres 100 metros ellos pueden hacer facilmente 1 kms, te dan un poco de envidiosa grima.

En el albergue de Rabé de las Calzadas tienes sitio. Es una casa de pueblo, grande, reconvertida en albergue. A juzgar por los libros de texto de los hijos de los hospederos, de la serie "Enciclopedia catalana", como los que tu hacías en el colegio, deduces que están pasando el verano en Rabé para llevar el albergue. Vínculos familiares o vocación de servicio al peregrino, eso no lo sabes.

Lo único malo del albergue es que no abre las puertas hasta las 6 de la mañana; a ti, que te gusta salir a las 5:30 y eres cabezudo como una mula, te parece una hora inaceptable, pero no te queda más remedio que transigir.

Fotografía a la plaza de Rabé de las Calzadas
Rabé de las Calzadas, Burgos

En un pequeño colmado del pueblo repones tu alforja y compras algo para cenar antes de acostarte temprano. Sois varios en la habitación, pero eres el primero en acostarte. Poco a poco van llegando los demás; uno de ellos -no sabes quién-, tiene la habilidad de empezar a roncar estrepisosamente cuando apenas lleva 5 minutos acostado. Son las 10 de la noche, llevas 2 horas dando vueltas y no consigues dormir, así que antes de dar rienda suelta a tus ansias homicidas, coges tu mochila para ir a la planta baja de la casa y encuentras un rincón, en una habitación desocupada, donde tenderte en el suelo y conciliar el sueño. Alguien de la familia de los hospederos se da cuenta de que hay alguien tumbado en el suelo y, sin hacer ruido, te acerca una colchoneta que deja silenciosamente cerca.


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