Camino de Santiago, etapa vigesimotercera: de Ponferrada a Villafranca del Bierzo


Cuando te despiertas, bien por la cercanía de septiembre, bien por la cercanía de la húmeda Galicia, notas que ha refrescado bastante. Entras dentro del albergue, donde está tu mochila, para cambiarte y emprender la marcha.

Ojeas el plano de la guía a la luz de una farola en la calle, y observas que la salida de Ponferrada parece enrevesada. Dudas entre tomar la avenida Galicia, que te llevará hasta Camponaraya en un agradable trayecto urbano de varios kilómetros, o seguir las indicaciones y tomar la Avenida de Asturias hasta la Calle Real, ya fuera del casco urbano. Tomas la segunda opción.

A partir de la calle Real, retomas el trazado del Camino por un tramo asfaltado y salpicado de casas residenciales. No se trata de una urbanización; más bien parecen antiguos huertos reconvertidos en casas residenciales.

Rocío en una tela de Araña, Ponferrada
El rocío de la mañana en una tela de araña, saliendo de Ponferrada
Bajo la denominación "calle real" o "camino real" sigues un mismo trazado que te lleva a Camponaraya. Haces un breve descanso y consultas la guía. Concluyes abandonar el camino marcado para continuar junto a la carretera. Cacabelos está sólo a 5 kilómetros.

Helicóptero, carretera de Cacabelos
Helicóptero sobrevolando la carretera de Cacabelos

El último tramo, de Cacabelos a Villafranca pasando por Pieros, discurre también junto a la carretera. Tras atravesar el río Cúa, oteas el paisaje a tu izquierda intentando ver las ruinas de la ciudad romana Castru, Bergidu, pero no distingues nada.

A pie del camino, la solitaria iglesia de Santiago te impone como un guardián. Quien parece dar la bienvenida a los peregrinos, sin embargo, es el castillo de Villafranca; un austero edificio con aspecto palaciego, muy bien cuidado. Propiedad de los marqueses de Villafranca, es hoy el refugio del compositor Cristóbal Halffter.

Castillo, Villafranca del Bierzo
Castillo de Villafranca del Bierzo, refugio del compositor Cristóbal Halffter
Pronto el trazado urbano se vuelve más caótico. El camino que ha sido llano hasta este punto, pronto comenzará su ascenso hasta el Cebrero, y Villafranca está a los pies de este macizo montañoso. Exceptuando el ancho paseo y las calles adyacentes, el resto de vías urbanas se organizan a diferentes alturas.

Fotografía alejada convento de San Francisco, Villafranca del Bierzo
El convento de San Francisco desde una tapia, Villafranca del Bierzo
Sigues las indicaciones y encuentras un albergue, de gestión privada. A las afueras de la población, te parece un sitio tranquilo para los estándares del camino, así que te quedas. Un cartel agradece los donativos recibidos y califica al albergue como la "culminación de un sueño, de un proyecto". Una hormigonera y varios montones de áridos dan testimonio de la inacabada culminación del proyecto. Más que hospederos, parece que lo llevan varios miembros de una misma familia. 

Fotografía convento de los Padres Paúles, Villafranca del Bierzo
Convento de los Padres Paúles, Villadranca del Bierzo
Vista prontal portada convento de los Padres Paúles, Villafranca del Bierzo
Portada convento de los Padres Paúles, Villafranca del Bierzo
Después de comer aprovechas para dar una vuelta. La suntuosa iglesia de San Nicolás impresiona, tanto por dentro como por fuera. Es verano y las calles del centro bullen de agitación, sobre todo el arbolado paseo central que desemboca en la espectacular colegiata de tres naves.

Vista exterior ábside colegiata Santa María, Villafranca del Bierzo
Ábside de la colegiata de Santa María, Villafranca del Bierzo
Volviendo al albergue, te encuentras con una cara conocida: una de las chicas de Huesca que conociste en Villadangos del Páramo. Al final, siguiendo etapas distintas, habéis llegado al mismo punto.

Aprovechas para charlar con uno de los miembros de la familia del albergue. Ha sido peregrino antes que hospedero, y te comenta su experiencia. Tiene una cierta inquina contra los peregrinos franceses; algo que comparte el ocupante de la mesa de atrás, que asiente con la cabeza al oírlo. Más que una animadversión personal, se trata de una aversión a la altanería pomposa; pero ¿sería posible un Louis de Funès sin la pomposidad francesa? Quid pro quo.

Te propone un juego interesante: ordenar una baraja de tal forma que, al seguir una secuencia alterna de: extraer una carta, y colocar la siguiente al final, cuando ya no queden cartas en el mazo original, las cartas extraídas formen una baraja perfectamente ordenada. Te parece fácil y aceptas con demasiada rapidez. Empiezas por los oros, alternando copas... Todo va bien hasta que alcanzas la mitad; claro, ahora la cosa se complica. Miras al hospedero quien, riendo complacido, dice:

- No es tan fácil ¿verdad?

Bueno, no te desanimas. La baraja tiene 40 cartas el orden de las 20 primeras está claro. Colocas oros y copas ordenadamente. Está claro que el resto se intercalan entre los huecos. Haces un nuevo mazo. Ordenas las espadas; claramente, los bastos irán entre los huecos de las espadas. Pones las 10 cartas de espadas sobre la mesa, dejando el hueco entre cada una. Empiezas a colocar los bastos en los huecos saltándote un espacio: 1- hueco - 2 - hueco... y vuelta a empezar: ahora es 1-5-2-hueco...
Ya está. Haces una pequeña prueba y funciona. Ahora colocas este mazo intercalado con el mazo de oros y copas... ¡voilá!

Ahora eres tu quien sonríe al hospedero incrédulo. Cuando le haces la demostración de que funciona, deja de estar incrédulo y te da la enhorabuena; te dice que pocos lo han conseguido, comentario que te llena de cierto orgullo. ¡Ni que el hombre fuese una esfinge griega camuflada! De hecho, una forma más sencilla de completar el enigma sería proceder de forma inversa; es decir: tomar una carta de la baraja ordenada, mover la carta trasera adelante, tomar otra carta de la baraja... y así sucesivamente.

La habitación de los peregrinos está sobre el bar-restaurante del albergue. El suelo, de madera, deja pasar sin impedimento el sonido de la televisión de abajo, a escasos centímetros de tu oreja. En vista de que no te va a dejar dormir mientras siga funcionando, coges tus cosas y sales fuera. Los montones de arena y la hormigonera parecen un lugar acogedor donde pasar la noche...


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