Camino de Santiago, etapa segunda: de Larrasoaña a Cizur Menor



Una claridad no esperada te despierta. Poco a poco vuelves a ser consciente de lo que te rodea; el saco de dormir que envuelve tu cuerpo, el rumor del río fluyendo a pocos metros y la figura de unos peregrinos atravesando el puente cuando tus ojos, ya abiertos, empiezan a distinguir formas. Miras el reloj despertador: ¡las 7 de la mañana! Enfadado, sin saber muy bien con quién, piensas que has perdido tontamente casi dos horas. ¿Ha fallado el despertador, programado a las 5 y media, o te has dejado vencer por el sueño? Nada de eso; sencillamente, el ruido del agua que te ayudó a conciliar el sueño ha ahogado el leve pitido del despertador.


Te desperezas, malhumorado, dentro del saco de dormir, a la vez que intentas cambiarte de ropa, cuando oyes un ladrido cercano. El extraño conjunto que formáis tu saco y tu ha atraído la atención de un perro callejero, que se acerca corriendo y ladrando hacia ti. Asustado, echas mano del bordón y empiezas a golpear el suelo para asustarlo. El perro, marrón, de raza indeterminada y aspecto amable se mueve nervioso a tu alrededor, ladrando, y aprovechando cualquier hueco que deja tu bastón para acercarse y lamerte. Ha pasado la amenaza y os habéis hecho amigos. Un poco más calmados, ambos, le acaricias la cabeza mientras te sosiegas antes de calzarte las botas y empezar el día.

Sólo una cosa te reconforta, y es que a pesar de haber dormido mal, en un saco de dormir junto al río, tu cuerpo está mucho menos dolorido que al acostarte. El efecto reparador del sueño será una de las cosas que te enseñe el camino.

Puesto que vas mal de tiempo, no podrás permitirte el lujo de hacer tantas paradas como ayer, así que pospones el desayuno hasta llegar a un área de servicio, junto a la carretera. Es una de esas gasolineras con amplios espacios para camiones y mesas de picnic en el exterior. Allí sentado envidias la vida de los camioneros, que recorren en pocas horas lo mismo que tu en varios días de fatigada marcha.

Miras el plano y compruebas que son las 9 y no has llegado ni a un 20% de tu jornada. Empiezas a dudar de ti y de tus fuerzas. Desesperado al ver que el camino cruza varias veces la recta carretera, decides hacer caso omiso de las indicaciones y transitar hasta el siguiente pueblo por la calzada lateral. No es mucho, pero ahorras unos cuantos metros que te alegra descontar del recorrido

En Zabaldica, tu guia indica dos alternativas hasta la ermita de la Trinidad. Dudas, pues no se aprecia cuál es más corta. Escoges la que pase más cerca de la carretera. no sabes por qué, pero mientras la carretera sigue el camino más corto entre dos puntos, los caminos para peregrinos parecen serpentear y hacer recodos innecesarios.

A llegar a Trinidad del Arre cruzas el estrecho puente y entras en la pequeña ermita. Rodeado de frescor y oscuridad, ignoras la presencia de otros peregrinos y tus fuerzas parecen volver. Te hacen falta, pues estás a mitad de la etapa y te encuentras más cansado que ayer cuando llegaste a tu destino. Al salir, reconoces a uno de los peregrinos con quien cenaste en Larrasoaña. Tras el intercambio de saludos, continuas adelante por lo que parece una zona urbana.

Entrar de nuevo en la civilización, con aceras y calles pavimentadas por donde andar se te hace menos fatigoso te da nuevas energías. Poco a poco, comienzas a recobrar el ánimo. Ves un quiosco donde algún jubilado compra el periódico; bares, cafeterías; amas de casa comprando y niños que -es verano- van a alguna clase de repaso. Observar la vida diaria, buscar patrones en la vida urbana, te distrae mucho más que la contemplación de la naturaleza, así que antes de que te des cuenta estás a las puertas de Pamplona.

Fotografía del puente de la Magdalena
Puente de la Magdalena, Pamplona
Junto al puente ves un coche de la policía municipal detenido. El plano no indica claramente la distancia desde este punto a Cizur Menor, así que les preguntas. Sorprendidos, te responden que unos 5 kms. Se ofrecen a llevarte, pero rechazas con sorpresa el ofrecimiento. No te engañes, estás jodido y sacas cara de estar jodido.

Atraviesas el puente y subes la cuesta empedrada que da acceso a la ciudad a través de la puerta de Zumalacárregui. el nombre del héroe carlista te hace evocar las guerras 'románticas' del siglo XIX. Por supuesto, eres joven, así que tienes idealizados a los héroes del bando perdedor. Te imaginas la salida del entonces coronel Zumalacárregui por esa misma puerta, conocida entonces como puerta de Francia o puerta del Cármen, para ponerse al frente de las tropas Carlistas en Arguil, y te detienes a fotografiar el monumento.
Fotografía entrando por la puerta de Zumalacárregui
Puerta de Zumalacárregui, entrada a la ciudad amurallada en Pamplona
Ahora, sí, has llegado a Pamplona, por fin una ciudad importante en tu camino. Habrá más, y todas serán motivo de alegría, y en ocasiones de descanso. Un selecto grupo de hitos que alcanzar antes de llegar a la meta. A partir de ahora, puedes hacer caso omiso de las indicaciones que marcan el camino por las calles de Pamplona. Tienes claro que has de llegar a la Catedral, así que te internas en las callejuelas del casco antiguo hasta dar de bruces, subiendo una estrecha calle en cuesta, con la catedral de Pamplona.

Lo primero que te llama la atención es el estado del pórtico de la fachada principal. Los enormes bloques de piedra que conforman el bello arco neoclásico se encuentran levemente separados, y entre las juntas abiertas de los bloques crecen plantas trepadoras que bien podrían ser hiedra o hierbajos. Lo segundo que te llama la atención es que la puerta de entrada se encuentra cerrada. Tienes que entrar por una puerta lateral, que da acceso al claustro, donde hacen pagar por entrar. Tienen el detalle de dejar entrar gratis a los peregrinos, pero sólo al claustro, pues la catedral ya está cerrada. Sin ganas das una vuelta al claustro, echas un vistazo a la nave de la catedral por la rendija de una puerta lateral y vuelves a la calle.

Toma frente al Ayuntamiento de Pamplona
Ayuntamiento de Pamplona
No es la primera vez que visitas Pamplona, pero el entramado de calles que conforman el casto antiguo acaba despistándote hasta que encuentras de nuevo las señales del camino. Siguiéndolas, y dejando atrás el ayuntamiento, abandonas el casco antiguo en un punto flanqueado por verdes avenidas y edificaciones más modernas. Sin embargo, antes de abandonar la sobra de esos altos edificios, el mundo antiguo hace de nuevo su aparición condensado en la Ciudadela de Pamplona. A juzgar por lo que tardas en bordearla , te parece una construcción de dimensiones enormes.

Fotografía a la ciudadela de Pamplona
Ciudadela de Pamplona
Pierdes otra vez de vista las señales del camino, así que siguiendo el plano que llevas contigo enfilas una larga y moderna avenida hasta la clínica de Navarra y la facultad de medicina, lugar que ya conoces. También conoces el comedor univesitario, un edificio dentro del propio campus al que se accede cruzando el Sadar, donde podrás comer por un precio razonable -bastante más barato que los "menús del peregrino" que has visto hasta ahora-. Haces cola entre estudiantes en prácticas estivales, profesores, personal del campus y, posiblemente, algún trabajador del entorno -Patricia, la chica de Pamplona, te dijo ayer que trabajaba en un banco cercano y solía ir a comer allí, así que echas un vistazo con la frustrada esperanza de ver alguna chica interesante-; no distingues, sin embargo, a ningún otro peregrino.

Después de comer vas al edificio central del campus, el rectorado, un edificio moderno que imita dignamente la arquitectura neoclásica, para que sellen tu credencial. Con sellarla en los albergues es más que suficiente, pero acabas de empezar el camino y te hace ilusión coleccionar sellos. De vuelta al camino, animado por la cercanía del albergue a pesar de ir mal de tiempo, te cruzas con una familia y oyes claramente a una niña pequeña decir a su madre -"Un peregrino". Sonríes.

La escasa distancia que media entre el Campus y Cizur Menor parece acortarse aún más gracias a un agradable tramo que discurre entre campos de cultivo. Puedes ver el pequeño pueblecito al fondo, con una bandera de la Orden de San Juan, ondeando en la pequeña iglesia. El el albergue de peregrinos al que te diriges está junto a esa pequeña iglesia.

Fotografía a la iglesia de Cizur Menor
Iglesia en Cizur Menor


Una recepcionista con poca experiencia te da la bienvenida y te ofrece atropelladamente asiento y agua, pero tu necesitas quitarte la pesada mochila y reponer aliento antes de contestar. Su compañero se lo toma con mucha más calma.

Pagas la inscripción y, como ya has comido, te echas un rato en la litera con intención de dormir un rato. En la litera de al lado hay dos peregrinos de Ponferrada que tienen la intención de hacer el camino por tramos, dedicándole una semana cada vez. Al decirles que pretendes hacer el camino completo, uno de ellos se ofrece a hacer de guía cuando llegues a Ponferrada. Agradecido, anotas su número de teléfono en la libreta.

Después de la breve siesta, vas al otro albergue del pueblo, regido por una señora muy carismática, donde encuentras al resto del grupo. Se alegran de verte y les explicas que al final has dormido junto al río. Ellos te comentan cómo les ha sorprendido ver a alguien durmiendo junto al río al cruzar el puente de Larrasoaña por la mañana, pero a ti no te parece que la humedad tenga nada que ver con descansar bien o mal, y te alegras de no haber pasado la noche en un albergue abarrotado.

Vais todos juntos a la piscina de Cizur Mayor, para lo cual tenéis que caminar un buen rato. Merece la pena, pues pasáis una buena tarde. El agua, no está tan fría como en el río Arga, pero el primer chapuzón es helador. Te apartas del grupo para nadar un rato y quedarte a solas dentro de la piscina, abstraido, mirando al cielo. Ves pasar un helicóptero de socorro, pintado de característico color amarillo, y piensas que la profesión de los tripulantes de ese helicóptero debe ser apasionante.

De vuelta hacia Cizur Menor, los comentarios comparativos entre las dos poblaciones son inevitables; Cizur Menor, apenas un conjunto de casas y Cizur Mayor, donde el Boom inmobiliario ha transformado una aldea en una pequeña ciudad dormitorio de Pamplona.

La cena, en grupo, te resulta muy agradable. Cada vez se agrega más gente al grupo; esta vez, el matrimonio con quien te sentaste a la mesa en Roncesvalles se une a vosotros. Tras la cena, acompañas al grupo a su albergue para compartir un rato de tertulia junto a la dueña, una persona muy interesante que critica el expansionismo urbano de Cizur Mayor. Años más tarde ese mismo afán llegará a Cizur Menor.

Antes de que cierren tu el albergue, y sintiendo dejar tan grata compañía, te despides del grupo hasta el día siguiente. Metido en la litera de abajo, piensas que el día termina mucho mejor de como empezó.

Comentarios

  1. "He estado ordenando las fotos del camino y añadiendo unos pequeños comentarios..."
    Tengo la sensación de estar leyendo "La biografía de un peregrino" está tan detallado que parece que estoy caminando desde la silla de la oficina.
    (sip, hoy es uno de esos días en los que no tengo mucho que hacer, así que aprovecho)

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    Respuestas
    1. "La biografía de un peregrino quejica", podría llamarse... Lástima que el reloj no contabilice los pasos de la lectura, ¡ya tendrías el cupo hecho! He intentado escribirlo en segunda persona, para dar la sensación de estar dentro.

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