Camino de Santiago, etapa decimotercera: de Rabé de las Calzadas a Castrojeriz


El despertado suena y ya estás vestido unos minutos antes de las 6 de la mañana. No sabes cómo, pues no has oído a nadie de la casa, pero la puerta del albergue ya está abierta. Sales a la calle, donde después de varios días vuelves a oler el rocío de la mañana en el campo. Has descansado bien, y eso se nota.

Caminas unos diez kilómetros, casi dos horas, por un camino entre campos de cereal ya segados mientras despunta el día, en lento ascenso. Antes de la brusca bajada, por una cuesta que llaman "matamulas" (luego dirán que los andaluces son exagerados, pero aquí los castellanos se han quedado a gusto con el nombre) te detienes a desayunar. Ya ha amanecido y el nombre del primer pueblo que encuentras, Hornillos del Camino, te recuerda que pronto el calor será sofocante.

Hasta Hontanas, el camino discurre desarbolado entre páramos y cultivos; alternando siempre pequeñas subidas y bajadas en una ruta bastante directa. La primera visión del pueblo, en una hondonada tras un solar salpicado de escombros, hace honor a su nombre.


Hontanas, Burgos, desde una escombrera
Hontanas, bajo la escombrera


Llevas 2/3 de etapa sin molestias importantes, sólo las ampollas que quieren volver a aparecer, pero la cercanía a tu destino hace que te olvides de cualquier molestia. Caminas por una carretera arbolada, lo cual hace de tu camino un paseo agradable.

Restos torreón antigua fortaleza Hontanas, Burgos
Restos del torreoón a la salida de Hontanas

A pocos kilómetros ya de Castrojeriz, una curva de la carretera se transforma en un bucólico rincón, pues la via asfaltada atraviesa varios arcos de las ruinas del convento de San Antón. Ignoras qué ingeniero ha tenido una idea tan fantástica, pero es una genialidad.

Ruinas convento de San Antón, Castrojeriz
La carretera atraviesa las ruinas del convento de San Antón, Castrojeriz

De haberse hecho hoy en día, una comisión de ingenieros y "técnicos" de la DGT hubiesen diseñado el siguiente paso:
1) Rotonda lo suficientemente grande para que tráilers de 50 remolques puedan maniobrar, circular e incluso para a almorzar en mitad de la curva.
2) Desviación pronunciada, con un radio de al menos 2 kilómetros desde las ruinas, en curva sin peraltar.
3) Radar justo detrás de una señal de limitación de velocidad peligrosamente baja (pongamos 30 km/h).
4) Nueva rotonda gigantesca.
5) Semáforo para paso de peatones en mitad de la nada.
Por supuesto, con un presupuesto 100 veces mayor que a final de obra acabaría por duplicarse.

Desde el convento hasta Castrojeriz, caminas bastante acompañado. La carretera está concurrida no sólo de peregrinos, sino también de veraneantes y lugaremos que aprovechan la sombra de la arboleda para pasear. Situada en la fuerte pendiente de la ladera de una colina, discurres desde el extremo de la calle mayor, donde está la iglesia parroquial, hasta la salida, donde está el moderno albergue. En la planta baja hay un jardín bien cuidado donde puedes descansar el resto de la jornada.

Iglesia de Castrojeriz
La iglesia de Castrojeriz está en un extremo del pueblo

Como llegas temprano, te da tiempo de ducharte y lavar algo de ropa. Comes en una mesa junto a otros peregrinos; la mayoría hacen el camino por etapas y cuentan anécdotas de otros años, como la del médico que en el primer día de jubilación cogió el macuto de su hijo militar e hizo el camino.

Te tumbas para echarte la siesta, pero en vez de dormir entablas conversación con una pareja de peregrinos que tienes al lado. En torno a la treintena, son estadounidenses y vienen de California. Ella domina perfectamente el español, es abierta y conversadora; él, tal vez por no saber hablar bienb español, o por carácter, se muestra más reservado. Ámbos son profesores de una escuela primaria. Bromeas sobre Arnold Schwarzenegger, o "Gobernator", recién elegido gobernador de California, y ella sólo acierta a decir «Oh my God! ¡Que desastre!». Al parecer, no les hace tanta gracia como a ti que un actor de películas de acción pueda ser elegido gobernador de su estado.

Aunque te queda tarde libre, prefieres descansar en el albergue y sacrificar la visita al pueblo. Ni siquiera necesitas ir a comprar, pues tienes la alforja bastante repleta. Por la noche, aprovechas para dormir en el jardín del albergue, lejos de los impertinentes ronquidos, oyendo sólo el rumor de una fuente cercana.

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