Camino de Santiago, etapa vigesimoquinta: de El Cebrero a Sarria


Suena el despertador; por un instante habías olvidado tus remordimientos, pero enseguida recuerdas lo ocurrido anoche. Te quedas quieto, sin hacer ruido, un breve lapso de tiempo; el necesario para identificar los atronadores ronquidos: son de la bestia. Afortunadamente, no se cumplieron tus peores presagios y su corazón sigue latiendo.

Puedes vestirte y empezar en paz tu camino, al menos de momento. Parece que la salida del Cebrero sigue la carretera, pero en realidad debes tomar una senda más o menos paralela, en suave descenso hasta Liñares. Una vez allí, vuelves a ascender hasta el Alto de San Roque para continuar andando a buen paso, ya por el trazado de la Carretera, al menos un tramo.

Ganado en el Camino, El Cebrero
Ganado en el Camino bajando del Cebrero
La etapa de hoy es tremendamente larga: 39 kilómetros. De momento te encuentras con fuerzas, pero no sabes si podrás terminar, así que un posible destino intermedio será Triacastela; de todas formas, ya se verá.

Pasado Hospital de Condesa, el camino hace un saliente para volver a incorporarse a la carretera, que tu omites; tonterías, las justas. De hecho, ni siquiera sigues el camino en su desvío a Padornelo y continúas por carretera hasta Fonfría, en sauve ascenso hasta el Alto del Poyo, a 1337 metros.

En Fonfría te detienes brevemente a desyunar. Allí abandonas definitivamente la carretera siguiendo un camino descendente hasta Tricastela. Al pasar por Liudado, ves un tractor restaurado en perfecto estado de conservación, al menos exteriormente. No sabes si funciona, pero no te extrañaría nada; se trata de un legendario Lanz, el tractor monopistón que desarrollaba una gran potencia a precio de generar un brusco e incómodo traqueteo.

Tractor Lanz, Liudado
Tractor Lanz bien conservado, en una propiedad particular de Liudado

Entre Pasantes y Fonfría, tanto la carretera como el camino serpentean para adaptarse al camino. Tan pronto atraviesas un tupido bosque como avanzas sintiendo el calor del sol reflejado en polvo del camino.

Vista de Vilar desde el Camino de Santiago
El pequeño pueblo de Vilar desde el Camino
Por fin, llegas a la entrada de Triacastela. Comparado con los pueblos de alrededor, este núcleo urbano de 700 habitantes parece casi grande. La imagen de la torre de su iglesia parroquial de Santiago está en todas las guías del camino; de origen romántico, la edificación actual es una reconstrucción en la que apenas queda cantería del templo original.

Hasta ahora recorrido 22 kilómetros, prácticamente una etapa común, pero es demasiado temprano para hacer una parada y todavía te quedan fuerzas para continuar. Tienes dos opciones: ir por el monasterio de Samos, en cuyo caso podrías aprovechar para quedarte a dormir en su hospedería, o tomar el camino más corto hasta Sarria. El problema de esta segunda opción es que no tienes ninguna garantía de encontrar albergues en medio, así que debes terminar el trecho de 17 kilómetros hasta acabar tu etapa. Tras un breve descanso, decides seguir adelante hasta Sarria.

Las fuerzas te acompañan; en Montán, una pequeña agrupación de casas en la loma del pequeño Alto de Riocabo, te recibe una pequeña iglesia parroquial al borde del camino y separada del resto del pueblo. Tal vez sea una ermita, piensas. 

Iglesia parroquial con cementerio anejo, Montán
Iglesia parroquial y su pequeño cementerio, Montán
Es un buen momento para parar y comer algo. La tarde se está echando encima y las fuerzas comienzan a escasear, pero sigues andando a buen ritmo por el cómodo trazado de la carretera. Son las 4 de la tarde, hace un sol de justicia y apenas te quedan 5 kilómetros cuando una gran molesta se sobreviene. No sabes qué te ocurre, pero te has quedado sin fuerzas. Te sientas; el malestar no remite, así que te pones lentamente en pie y comienzas a caminar poco a poco; no te queda ni gota de agua, así que tienes que llegar a tu destino para poder beber y descansar.

Vas a paso de tortuga; tanto, que tardas cerca de dos horas en completar la escasa distancia de una etapa que parecía ya acabada. A la entrada de Sarria, se levantan modernos bloques de viviendas en Vigo.  ¿Estás tan indispuesto que, sin darte cuenta, has acabado en la ciudad costera? No; es una coincidencia de nombres, nada más.

Por fin, llegas al final de tu etapa. La encargada del albergue no sabe si tendrás sitio, pues está lleno pero hay un grupo de ciclistas que se está preparando para marcharte; le pides si, por favor, puedes entrar y descansar en algún rincón, y accede. Subes a la primera planta, entras en la primera habitación que encuentras y, utilizando tu mochila a modo de almohada, te tumbas en el suelo, bajo la atónita mirada del resto de peregrinos. La mochila es más un estorbo que una comodidad, así que apoyas la cabeza en el suelo mirando al techo. Dejas pasar un tiempo prudencial antes de echar un trago de tu cantimplora, que has rellenado a la entrada del albergue. De dejas llevar y notas como, poco a poco, el malestar va remitiendo.

Al cabo de una hora, estás en condiciones de volver a levantarte y formalizar tu inscripción. Das un pequeño paseo, muy corto, hasta la cercana ferretería. Allí compras un pequeño tope de goma para el bordón, cuya punta metálica has perdido en etapas anteriores y ahora se encuentra destrozado; con cada etapa pierde longitud. El dueño de la ferretería no te cobra; se lo agradeces y das una vuelta por los alrededores.

Portada iglesia de Santa Marina, Sarria
Iglesia de Santa Marina, Sarria

Vuelves al albergue. Tiene un pequeño comedor en el sótano. Mientras cenas, departes con otros peregrinos. Exhibes un truco de magia con cartas a un peregrino italiano que se muestra entusiasmado; tanto, que le haces todo el -escaso- repertorio que conoces. Incluso los trucos más infantiles le sorprenden y se lo cuenta a los peregrinos de la mesa contigua.

En ella conoces a Sócrates; es la primera vez que escuchas ese nombre en una persona viva ¡Incluso de haces una foto con su DNI, de recuerdo! Indagas su historia: es el hijo de un profesor de filosofía.

Foto DNI Sócrates nombre auténtico
¡El amigo Sócrates probando que su nombre es auténtico!

Cuando el comedor se queda vacío, bajas tus cosas y extiendes el saco de dormir junto a la húmeda roca que conforma una de las paredes de la bodega. Aprovechas la nocturna soledad del lugar para dormir tranquilo, sin ruidos ni ronquidos, en reparadora soledad.

Comentarios

Entradas populares