Camino de Santiago, etapa vigesimosexta: de Sarria a Puertomarín



Te despiertas a la hora acostumbrada en una completa penumbra. Recuerda dónde estás: en el sótano del albergue, durmiendo junto a una pared de roca viva. Alguien te dijo que era malo dormir cerca de humedad, pero eso te parece más un cuento de viejas que una verdad absoluta, pues estás perfectamente. Recuperado del achuchó de kilómetros de ayer, descansado, sin excesivo sueño y con ganas de emprender una asequible etapa de 22 km hasta Puertomarín.

Atraviesas el río Celeiro por el viejo puente que da salida al pueblo, y atraviesas la vida del ferrocarril separándote de la carretera, que hoy se desvía del camino tradicional. Cómodas sendas y asfaltados caminos vecinales se guían por núcleos de población de apenas unas cuantas casas, que se extienden como un rosario a lo largo de toda tu etapa.

Fotografía a un corral de ganado, Rente
Corral de ganado, Rente
Cuando llegas a Mouzós (o Monzón, como lo nombra la guía del peregrino), vuelves a ver la carretera que salía de Sarria, pero sólo para atravesarla. Examinas por u momento lo que has tardado en llegar hasta aquí y llegas a la conclusión de que habrías tardado menos viniendo por la carretera. Lo anotas en tu guía por si alguna vez vuelves, y sigues andando por caminos vecinales.

Perros, cerca de Brea
Perros en el camino, cerca de Brea
Los pueblecitos se van sucediendo unos a otros en espacio de pocos kilómetros; es difícil llevar la cuenta de cuántos has atravesado desde Mouzós: Lavandera, Domiz, Xisto, Leimán, Peruscallo... algunos son tan escuetos que los atraviesas sin darte cuenta.

Los tramos de senda entre pueblo y pueblo: tan pronto transitas caminos despejados donde, si no hubiese amanecido nublado, haría un sol de justicia, como caminas bajo tupidas mantas de bosque donde la escasa luz ambiente apenas se filtra.

Espesura en el Camino de Santiago, Brea
Espesura del camino
Estás muy cerca de Brea, pronto verás, al salir del pueblo, el mojón kilométrico que indica 100 kms hasta el camino. Antes has visto una pintada que anuncia los 100 kilómetros, pero ya te han advertido que es falsa; cosas del carácter o del kilómetro gallego, que es irregular. Cuando tienes ante ti el mojón, no hay duda de que es el auténtico. Es tu particular paso por el Rubicán; ya, casi casi, puedes sentir que has llegado.

Fotografía mojón kilométrico últimos 100 kms. del Camino de Santiago
Mojón kilométrico últimos 100 kms.
El carácter simbólico de los 100 kms., más que la proximidad de la meta, tiene otro carácter simbólico: es la mínima distancia exigible al peregrino para ganar la indulgencia primaria en su peregrinar a Santiago. Al peregrino que va a pie, se entiende: para los peregrinos en bicicleta o a caballo son 200 kms.

Tras Morgade y Ferreiros, te detienes a descansar en Mirallos. No estás especialmente cansado y apenas son las 11. Es más, no puede quedar mucho de etapa, así que estás de buen humor.

Fotografía trasera parroquia junto a contenedores, Paradela
Parroquia a pie de camino, Paradela
Cerca de Moutros, ya al final de la etapa, deberían estar los restos del ancestral monasterio de Loyo, cuna de los estatutos de la Orden de Santiago, antaño protectora de peregrinos. El último tramo desciende desde Hilacha cerca del embalse de Belesar, donde puedes ver el nuevo pueblo de Puertomarín en lo alto de una colina (el antiguo pueblo está sepultado bajo las aguas del pantano)

Panorámica de Puertomarín
Panorámica de Puertomarín antes de cruzar el puente
Antes de atravesar el puente sobre el río Miño, una señora mayor sale a tu encuentro, caminando a buen paso. 
— Buenos, días; eres peregrino ¿verdad?
Tu desaliñado y asqueroso aspecto no deja lugar a dudas; así pues, sin dejarte responder, sigue con su discurso.
— ¿No habrás visto a Cristina, una chica de unos 25 años, castaña, que está haciendo el camino?
— No, no me suena— Aunque, tal como la describe, no te importaría 
— Mira; el caso es que es hija de unos amigos, y hoy tiene que llegar a Portomarín. Era para decirle un sitio muy bueno donde comer, así no se va a otros sitios donde, a los peregrinos, poco menos que os engañan
La miras con cara de circunstancias, pero no sabes muy bien que decir, sólo te disculpas por no poder ser de utilidad.
— ¿Sabes qué? Yo sigo a ver si la veo; pero, por si la ves tu, te digo dónde puede ir a comer: mira, está en la parte alta del pueblo...— Y sigue dándote indicaciones sobre cómo llegar a un restaurante.

Os alejáis en sentido opuesto, tu hacia el pueblo y ella el encuentro de otros peregrinos. No acabas de entender la historia, pero pronto descubrirás que este tipo de historias son habituales en estos lares del camino.

Vista frontal iglesia de San Nicolás, Puertomarín
Iglesia de San Nicolás, Puertomarín
Por fin, entras en Puertomarín apenas pasadas las 12 del mediodía. Faltan unos minutos hasta que abra el albergue, y visitas la monumental iglesia de San Juan, rescatada de las aguas y reconstruida en el pueblo nuevo de Puertomarín  Puedes observar una cuidadosa planificación de las calles y la calidad de la fábrica con que están construidas las casas, hechas en los años 60.

Embalse de Belesar bajo nivel, Puertomarín
Ruinas junto al embalse de Belesar
Decides aprovechar la información que te dio la señora mayor y probar ese restaurante para comer. No será hasta que estés sentado, esperando el menú cuando tu cerebro empalme las conexiones oportunas y te des cuenta del "engaño": no hay ninguna chica: has sido el pardillo de una trapacera campaña de marketing para conseguir llenar de peregrinos un restaurante familiar relativamente alejado del pueblo y las vías de paso. Tu inteligencia se siente humillada, tendrías que haberte dado cuenta antes. Sin embargo, eso es todo: el precio es asequible y el menú es decente. Sólo tu orgullo ha quedado resentido.

Después de comer vas a dar una vuelta. El agua del embalse ha bajado tanto que el antiguo puente medieval queda al descubierto. Lo aprovechas para pasar a la otra orilla y hacer una foto. No eres el único que aprovecha el antiguo puente para pasear, el tránsito de gente es constante.

Puente nuevo, puente viejo, Puertomarín, embalse de Belesar
Las aguas revelan el antiguo puente
Paseantes en el puente viejo, Puertomarín
La gente aprovecha el viejo puente para pasear
Una vez en la otra orilla, intentando vislumbrar las antiguas ruinas, entablas conversación con dos señoras de Puertomarín.
— Ahí estaba mi casa— dice, señalando una zona de tierra y piedras dejada al descubierto por el bajo nivel del pantano — La construyó mi padre cuando apenas tenía 14 años, antes de casarse.
—  Sí, y un poco más abajo estaba la plaza del pueblo.
— ¿Echan de menos el viejo pueblo? Porque el nuevo está muy bien construido
—  Sí, está bien... lo que echamos de menos son las fiestas que hacíamos
— También éramos más jóvenes.

Te desean suerte hasta Santiago y te piden que te acuerdes de ellas cuando beses la imagen del santo. Lo apuntas todo en la libreta y vuelves al pueblo. Cenas ligero y te dispones a acostarte temprano, apenas pasadas las 8 de la tarde. Estás solo en el dormitorio y aprovechas para llamar a casa; consigues sonsacar a tu abuelo, haciendo ver que ya lo sabías, que tus padres te esperan mañana en Palas del Rey para darte una sorpresa... ¡por eso se ponían tan nerviosos cada vez que alterabas tu plan de ruta! Le confiesas a tu abuelo que, en realidad, no sabías nada, pero que, en fin, gracias por la información; él, dándose cuenta de la metedura de pata -o no- te pide que no les cuentes que les ha chafado la sorpresa. Así será: guardarás contigo el secreto hasta pasados varios años de su muerte; de hecho, tus padres creerán que fue tu antiguo tutor quien te reveló sus planes.

Acostado en la cama, la habitación está vacía cuando entra otro peregrino, también con intención de acostarse temprano. El resto están cenando en común en la planta baja del albergue. Tienes suerte, y te quedas dormido antes de que suban.

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