Camino de Santiago, etapa vigesimoctava: de Palas de Rey a Arzúa



Os encontráis a la salida de Palas del Rei. Tomáis la carretera para salir del pueblo, hasta Carballal. Allí deberías dejar la carretera para coger el camino, pero está embarrado y prefieres caminar por el asfalto hasta Leboreiro.

Está lloviendo, es noche cerrada y camiones de gran tonelaje pasan cerca mientras transitáis el ancho arcén de la carretera. Tus padres no están acostumbrados y creen que es peligroso; discrepas. De pronto, la lluvia arrecia y se empiezan a poner nerviosos. No pasa nada: a pie de carretera hay una parada para el autobús, donde os refugiáis hasta que la lluvia amaine. Aprovechas el descanso para abrir la mochila y sacar la caja de grasientas mantecadas que llevas desde Astorga. Parece que eso les da ánimo.

La lluvia no tarda en dejar paso a la calma, y continuáis caminando. Con las primeras luces del alba llegáis a Coto, o bien Corinxa; son dos poblaciones minúsculas que están juntas. Entráis en un bar de carretera que acaba de abrir, así termináis de secaros con un café con leche. Según el camarero, quedan apenas dos kilómetros hasta Melide; al salir del bar veréis en un indicador kilométrico que la distancia es de casi 8 km. Cosas del kilómetro gallego, que es relativo.

Puesto que ha dejado de llover, volvéis a tomar el camino marcado, bien empedrado y rodeado de cipreses. Así atravesáis Leboreiro, Disicabo y Furelos hasta llegar a Mellid, una población importante  formada al albur en un cruce de carreteras. También antaño fue un cruce de caminos para los peregrinos que se desviaban hasta Oviedo para visitar las reliquias de San Salvador, pues aquí volvían a reencontrarse con el Camino Francés.

Fotografía de unas cabras pastando
Cabras pastando en un solar de Mellid
Habéis recorrido media etapa, y el cansancio hace mella en tus padres, que no están acostumbrados a caminar tanto. De aquí hasta Azúa, el ritmo irá decayendo y las paradas serán cada vez más frecuentes. La mayor parte del camino transcurrirá por camino empedrado, y no por la carretera, entre paisajes de pinos y helechos regados por numerosos arroyos.

El último tramo serpentea entre túneles y pasarelas junto a la carretera, pero sin llegar a juntarse, hasta unirse en la entrada de Azúa. Os dirigís al albergue, donde sellan tu compostela. No pueden dar alojamiento a tus padres porque no tienen ninguna acreditación de peregrinos; mucho mejor, pues así os vais al cómodo hostal del pueblo, donde os dan alojamiento civilizado.

El hostal de Azúa resulta ser más moderno y cómodo que muchos hoteles. Por fin vuelves a disfrutar de una habitación individual par ti solo, ¡y sólo queda una etapa para terminar el camino! Sin tiempo para disfrutar de tu aposento, coméis en el mismo hotel; por los pelos, son las 3 de la tarde.

Por la tarde, organizáis el viaje de mañana, una abultada etapa de 35 kilómetros que, si fuese necesario, intentaríais dividir en dos. Hoy el único problema que tendrás para conciliar el sueño será la leve emoción de imaginarte, ya en el Monte del Gozo, viendo a lo lejos el perfil de la catedral de Santiago, meta de tu viaje.

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