Camino de Santiago, etapa vigesimocuarta: de Villafranca del Bierzo a El Cebrero


El despertador lleva un rato sonando cuando te percatas. Todavía la noche está cerrada y tienes que ponerte en marcha. A pesar de haber descansado al raso, has dormido bien. Aunque frescas, las noches de agosto son apacibles en estas latitudes.

A la salida de Villafranca, un cartel señala como camino un sendero que se aparta de la ruta siguiendo un meandro. Junto al desvío, el magnífico túnel de la N-VI, coronado por una concha de peregrino y arcenes especialmente amplios para facilitar el paso de peregrinos. Algún burócrata ha decidido por ti y millones de personas más que el paso de peregrinos por un túnel de carreteras era demasiado peligroso y la ruta del camino se aleja ostensiblemente la línea recta. Haciendo caso omiso, atraviesas cómodamente el túnel; el sonido de tu bordón retumba ahogado únicamente por el motor de los escasos camiones que a esa hora transitan la carretera. Es un túnel largo; tanto, que te causa cierta impresión, especialmente a mitad del mismo. Al final estás fuera en menos 7 minutos, ganando una distancia que a pie hubiese representado tres veces más.

Siguiendo el antiguo trazado de la N-VI, atraviesas Trabadelo y Portela, llegando a Ambasmesetas y Vega de Valcarce, donde harás un alto en el camino,

Fotografía ganado y pastos, Vega de Valcarce
Pastos en Vega de Valcarce

El trazado de la N-VI sigue más o menos el antiguo camino de santiago, de la misma forma que el trazado de la nueva autovía A-6 sigue el de la carretera. Especialmente en este tramo puedes ver los enormes viaductos que adaptan la obra al escarpado paisaje; te parece una bella metáfora del dominio del hombre sobre la naturaleza.

Fotografía desde la antigua carretera al moderno viaducto de la autovía, Ruitelán
La antigua carretera y el viaducto de la nueva autovía, Ruitelán


La subida a la cima del Cebrero es la más temida por los peregrinos; te lleva intimidando desde los lejanos días del camino Navarro, donde el Alto del Perdón se antojaba un mero entrenamiento para la subida de hoy. Llevas sin embargo media etapa y el ascenso por la cómoda calzada de la antigua carretera. apenas ha sido perceptible. Es, quizá, a partir de las Herrerías cuando notas que el camino va tomando pendiente; pendiente que, tal vez por el entrenamiento adquirido, no te resulta fatigosa.

Fotografía de almendros, Las Herrerías
Cultivo de almendros, Las Herrerías

Y así, casi sin darte cuenta, llegas al final del camino fácil. Ahora, sí, empieza una senda de ascenso más escarpado hasta la cima del monte. Hasta ahora el camino ha sido fácil, así que te esperas lo peor: la mala fama de la etapa debe estar, sin duda, concentrada en este escaso tramo de apenas 3 kilómetros, piensas.

Antes de iniciar el ascenso, te paras junto a la fuente para tomar un breve descanso y mentalizarte. "es sencillo: sólo hay que dar un paso detrás de otro". Así empieza todo y así comienzas de nuevo a caminar. El camino asciende, pero es llevadero.

Gallo y fuente, camino que sube al Cebrero
Última fuente antes del ascenso

Te acompaña en tu ascenso la misma suerte que has tenido el resto de la etapa: caminar casi en completa soledad. Es lunes y septiembre está próximo; tal vez esto explique el menor número de peregrinos que te has encontrado en tu camino. La explicación es sencilla: muchas personas hacen el camino de Santiago por semanas; es decir, toman una semana de vacaciones en sus trabajos, que emplean en hacer una serie de etapas, dejándolo en suspenso hasta el próximo año, en el mismo punto que acabaron. Dichas etapas se planifican para que coincidan con paradas más o menos emblemáticas del camino, y Villafranca del Bierzo (a pesar de su condensada belleza en forma de monumentos históricos del barroco y el neoclásico) no es uno de esos puntos emblemáticos. Por lo demás, son pocos quienes inician el camino de santiago estas últimas semanas de agosto, donde en Galicia el tiempo ya refresca.

Sumido en estas reflexiones, atraviesas el punto kilométrico "152" del camino y llegas a la cima antes de lo que esperabas, Al final, el temido Cebrero ha sido poco más que un "paseo para embarazadas. Las vistas desde la cumbre rodeada de nubes bajas te resultan idílicas.

Vistas al camino, Alto del cebrero
Camino de ascenso desde el Cebrero
Vistas al valle, Alto del cebrero
El valle visto desde el Cebrero

El camino llega serpenteando las cumbres de la sierra hasta la empedrada población del Cebrero, fin de tu etapa. Antiguo monasterio y hospedería (la más antigua de la que se tiene constancia), hoy es un punto emblemático del camino.

Casas de piedra, El Cebrero
Casas de piedra conforman El Cebrero

En función del número de peregrinos, se habilitan las tradicionales "pallofas" o antiguas construcciones rústicas con el tejado de madera y paja para alojar peregrinos. Consultas en la hospedería la posibilidad de dormir en una de ellas; habiendo plazas de sobra en el albergue, te lo desaconsejan totalmente dado que son construcciones bastante sucias con el suelo de tierra.

El albergue es moderno, amplio y cómodo; en vez de agruparse las literas en una nave central sin tabiques, ésta se organiza en pequeños cubículos en torno a un espacio central, dando una falsa sensación de intimidad.

Entrada a Santa María del Cebrero
Santa María del Cebrero, conserva las reliquias del "milagro del Cebrero"

Perteneciente al antiguo monasterio cisterciense, luego benedictino, la pequeña iglesia románica de Santa María del Cebrero se organiza en tres naves de piedra con tejado de pizarra al más puro estilo románico. Dentro, un cartel narra la conocida historia del milagro; a saber: que oficiando Misa un monje descreído que se burlaba en su fuero interno del único asistente, a la sazón un fiel que tenía por costumbre subir todos los días el fatigoso monte para asistir a la sagrada ceremonia, de la Sagrada Forma comenzó a tornarse en sangrienta carne. Hoy están enterrados juntos, en la propia iglesia, junto a las reliquias del suceso,

Por la noche, en el albergue, hablas con tus padres. No tienes claro el plan a seguir en los próximos días: la guía te indica para mañana una etapa de casi 40 kms, lo cual es excesivo, y no sabes si distribuir la etapa entre las restantes, añadir una nueva etapa o combinar varias en una sola... Cada cambio de planes parece poner nervioso a tu padre, y empiezas a intuir por qué.

De noche, ya acostado, un ensordecedor ronquido que no cesa te impide dormir. Impetérrito, el ser humano o bestia de la que emanan tan infernales graznidos no se ve afectado por los cuchicheos de sus vecinos ni por el tan manido soniquete «tch tch tch» que parece calmar algunos ronquidos. Desesperado, te levantas, avanzas sigilosamente y le golpeas levemente con tu bordón. Se hace el silencio... pero sólo momentáneamente: en cuanto llegas de vuelta a tu litera, la bestia vuelve a rugir. Nueva maniobra; esta vez más fuerte... con idéntico resultado. Te levantas por tercera vez y, con todas las fuerzas que le quedan a tu somnoliento brazo, y tomando únicamente la inercia que permite a tu bordón el escaso margen entre "la bella durmiente" y la litera superior, descargas tu ira, tu frustación y tu insomnio.

- ¡AAAAAAAAAHHHHHHH!!!!

Un grito atronador recorre la sala: has despertado al dragón. De puntillas, asustado, vuelves a la cama oyendo tres o cuatro alaridos más, que pasan de forte a piano. Un silencio sepulcral hiela la sala, sólo interrumpido de fondo por suspiros y gemidos entrecortados de la bestia, que se repone del susto.

Entre atormentados pensamientos de culpa (cabe la posibilidad de que la bestia del averno se haya tornado en ser humano mortal, y ahora le esté dando un infarto de miocardio), la calma que sobreviene a la tormenta te acaba sedando en un profundo sueño.

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